Austin, la Ciudad Rara (guía turística de la vida alegre)

Austin es la segunda mejor ciudad de Estados Unidos para vivir, según un reporte de la revista Money en 2006. También es la capital de la música en vivo, la ciudad más verde, y uno de los diez lugares más seguros del país. Sus principales atractivos son que celebra anualmente el cumpleaños de un burro, que alberga a la mayor comunidad de murciélagos del mundo, y que ilumina la desfachatada figura de un tipo que pasea sus nalgas desnudas por calles repletas de conejitas de Playboy. (Crónica de Paul Alonso publicada en la revista Dedo Medio, # 6, enero, 2008).

Es cierto: Austin es la capital de Texas, el estado conservador que inventó políticamente a Bush. A su favor hay que decir que es casi una isla: son conocidas las posturas liberales de buena parte de la comunidad; por ejemplo, fue la única ciudad de Texas en la que el candidato demócrata John Kerry ganó en las elecciones presidenciales de 2006 y también la única que votó a favor del matrimonio gay. Pero no por eso es interesante. Dicen que Austin ha sido la mayor cuna de conejitas de Playboy. No hemos podido corroborar esta información, pero basta pasear por la avenida South Congress o por los manantiales Barton en verano para darle crédito: la alta temperatura que llega hasta 40 grados centígrados es la esencial anfitriona de la semi-desnudez y el culto al cuerpo.

Austin es extraña, enuncia el lugar común. Sus más de 700 mil habitantes han escuchado repetidamente el eslogan local: Keep Austin Weird (Mantengamos Austin rara). Es sin duda un lema comercial que se prende de ciertas excentricidades de un sociedad bastante joven y progre. Este eslogan fue adoptado por la Alianza de Negocios Independientes como resistencia anti-corporativa para evitar que la inevitable instalación de grandes empresas le quiten a la ciudad su “identidad cultural”. Sin embargo, no han faltado las voces críticas que han subrayado que lo weird no es más que otro invento comercial, con el cual se lucra de manera mediática y a través de la venta de souvenirs. Esta paradoja de ciertos movimientos de resistencia y de mucho activismo norteamericano no significa la desaparición de una cultura alternativa. Por el contrario, en medio de la tensión entre lo corporativo, lo tejano y la tradición out-sider de esta ciudad, emerge una intensa producción creativa que tiene sus mejores referentes en la música y el cine.

Y es que el otro lema de la ciudad es The Live Musical Capital of the World (Capital mundial de la música en vivo). La oferta de conciertos y recitales es abrumadora cualquier día de la semana en locales dispersos por toda la ciudad—especialmente la Calle Sexta y el Downtown— que abren diariamente conciertos pagos y gratuitos. Aunque es difícil llevar la cuenta de cada banda nueva que aparece, la escena musical se condensa en los festivales South by South West (SXSW) y Austin City Limits Music Festival (ACL), que convocan a todo tipo de músicos de rock, indie, bluegrass, country, folk, reggae, entre otros, tanto de la escena norteamericana como internacional. A partir de 1987, SXSW se lleva a cabo en marzo durante cuatro días; reúne alrededor de 1400 artistas y es el evento público que genera más ganancias a la economía local. Aunque tiene contraparte de cine y medios interactivos, la música es lo principal. Sólo en 2007 su variopinto despliegue ha incluido las presentaciones de The Stooges, Donovan, The Buzzcocks, y conferencistas como David Byrne (de Talking Heads) y Pete Townshend (de The Who). Sin embargo, como el gran evento de vitrina que es y por la cantidad de disqueras que se hacen presentes, atrae especialmente a bandas en busca de mejores contratos o aquellas que intentan (re-)lanzarse. Por su parte, ACL reúne a 130 bandas durante tres días en septiembre. Alrededor de 65 mil personas visitan cada día la locación de Zilker Park, quienes este último año escucharon en directo a Bob Dylan, Björk, The Killers, Arcade Fire, My Morning Jacket, Arctic Monkeys, Regina Spector, Yo la Tengo, entre otros.

Sin embargo, si hubiera que ponerle banda sonora a la historia musical de Austin esta comenzaría con el icónico Willie Nelson. Defensor asiduo del cannabis, el cantante de country participó durante los setentas en el Outlaw Movement (junto a Johnny Cash) y fue fundacional en la escena que tuvo luego su mejor momento en el mítico local Armadillo World Headquarters, en el que dejaron su impronta gente como Ray Charles, Frank Zappa y Bruce Springsteen. Dos mujeres que no pueden faltar en la banda sonora de Austin son la desaparecida Janis Joplin y la activa Lucinda Williams (cuyo descubrimiento, varios años antes de llegar aquí, se lo debo a mi amigo periodista Raúl Cachay).

Toda esta actividad artística tiene su contraparte académica en la Universidad de Texas. Fundada en 1883, es uno de los campus más grandes del país y centro virtual de la ciudad. Buena parte de su carácter cosmopolita Austin se lo debe a esta institución que promueve la inmigración letrada. Con instalaciones imponentes y más de 50 mil alumnos, la universidad cuenta con algunas de las mentes vivas más influyentes del mundo de la investigación.

Sin embargo, esta agitada vida cultural no se traduce en bohemia trasnochada, como en otras metrópolis de esta índole, las que nunca duermen. Por ley los bares cierran la barra alcohólica a las dos de la madrugada. Poco después el Downtown se sumerge en apático silencio y oscuridad, sólo perturbado, a la lejanía, por alguna luz llamativa de ciertos night clubs. Allí, por veinte dólares una conejita de Playboy se frota desnuda contra el cuerpo de los parroquianos—lo llaman lap dance—materializando la represión muy norteamericana del ciudadano de a pie. Cuando a la tres de la madrugada el centro de la ciudad se apaga por decreto legislativo, en otros lugares las luces se encienden: la gran comunidad de extranjeros—especialmente latinoamericanos y del Medio Oriente—abre las puertas de su casa para beber hasta que, en el sentido más sudaca del término, “les orinen los perros”. Porque aún hay perros románticos. Y burros también.

Burros, murciélagos y demás excentricidades zoológicas

La comunidad hippie ha tenido un presencia perceptible en Austin a partir de los sesentas y al parecer tiene una relación peculiar con los animales. Eeyore es el burro deprimido de las historias de Winnie-the-Pooh, creadas por el escritor Alan Alexander Milne. En una de estas historias, Eeyore, al borde de las lágrimas, piensa que sus amigos se han olvidado de su cumpleaños, hasta que descubre que le organizaban una fiesta sorpresa. Su pesar fue tan conmovedor que una tarde de 1963 un grupo de jóvenes encabezados por su profesor de letras decidió agasajar a este burro con una fiesta. Desde entonces, los hippies locales, entre humo de marihuana y alucinógenos, se reúnen en Pease Park para recordar a este asno deprimido. La festividad comienza por la mañana y dura todo el día. El sonido brutal de tambores desenfrenados alterna con excéntricas performances de bandas locales. Hay juegos absurdos cuyo sentido sólo se puede descifrar en los estados alterados. Hombres y mujeres de todas las edades deambulan, porro en mano, semidesnudos, repletos de tatuajes y piercing, torsos al aire, tetas con más de medio siglo se balancean en formas inexplicables. Sin embargo, esto también se ha convertido en un evento familiar. Un poco más aislados de barullo, típicas familias suburbanas compran hot-dogs y slices de pizza. Al centro del parque, la estatua de la libertad de Eeyore se erige como un monumento a la fantasía y al inevitable precio de la comercialización de la cultura burrística.

Pero los burros no son la única especie animal a la que se rinde culto aquí. Los rumores dicen que Batman morirá este 2008 y Austin es sin duda un lugar donde lo echarán de menos. Esta ciudad cuenta con el mayor número de murciélagos del mundo. Bajo el puente de la avenida Congress, a partir de febrero, más de un millón y medio de murciélagos se instalan para concebir y formar a sus nuevas generaciones. La distribución del puente produce un ambiente ideal para estos quehaceres. Así, cada tarde al caer el sol, los murciélagos emergen en busca de insectos y esta impresionante turba de ratas voladoras se ha convertido en un popular evento que convoca a más de 100 mil espectadores cada año. En el invierno los murciélagos emigran a México, casi de la misma manera en que los inmigrantes del sur llegan a Texas. Claro que los murciélagos son mejor recibidos.

¿Qué piensas del cumpleaños de Eeyore, de los murciélagos?—le preguntó a Leslie Cochra, un travesti que se pasea en tanga por la ciudad.

Who the fuck is him?—dice. Pero algo parece encenderse en su abundante cabellera desgreñada y sucia; se corrige—. Ah, ok. I know… I like it.

A sus 56 años, Leslie Cochra es un vagabundo, un popular homeless. Según los medios locales, es la persona más famosa de las calles de Austin. Un día cualquiera—quizá apremiado por el calor o la locura—decidió ponerse un hilo dental y mostrarse ante todo el que quiera verlo. Al bamboleo impresentable de sus nalgas alocadas, trató de sacarle partido lanzándose como alcalde en dos oportunidades. Proclamado como la voz de los que no tienen techo, perdió ambas elecciones. Pero ganó algunos pocos privilegios: la gente le da dinero para tomarse una foto con él, se venden camisetas con su figura, y hasta se han editados postales y calendarios en las que destaca su intoxicada sonrisa.

Ciudades raras

Austin tiene algo de lo mejor y lo peor de los sectores demócratas de la sociedad estadounidense. Por un lado, la incesante comercialización de todo lo que se presenta como alternativo, contra-cultural e independiente. Por el otro, es una isla de creatividad que trata de resistir a través de valores liberales y progresistas. Todo esto enfrascado en una cultura “saludable”, vegetariana, natural, orgánica. Pero esta contradicción es sólo la más vistosa. Las periferias—el ubicuo East Side—alberga a latinos y negros cuya situación no se diferencia demasiado de la clases pobres de cualquier lugar. Quizá por eso, según la ONG Sister Cities International, desde 1981 Austin es una ciudad hermana de Lima. Igual el paralelo es difícil. Y es que pocos lugares parecen tan corrosivamente particulares como la capital peruana, donde los presidentes violadores de derechos humanos renuncian por fax o incluso regresan a ser presidentes; las cosas más absurdas (perros, vedette, farándula) se vuelven parte de la principal agenda noticiosa, donde la política es un circo involuntario y la cultura reconocida se compone de patrimonios ancestrales o lecturas de salón. Un país que, ahora travestido de bonanza, vive de espaldas a sus gruesas fisuras, y no puede ser más que una parodia de los deseos de rancios dirigentes. O para ser más gráficos: un lugar en el que una mañana cualquiera en Barranco un alcohólico propina latigazos con una correa a un enano que se defiende con una silla. Echado sobre el piso, un drogadicto en traje sastre observa el espectáculo mientras lee un diario popular cuya portada titula: “A ñorsas pechugonas les pica su cosita”. Pero a Lima pocos le dicen rara. La han llamado “la horrible”.//

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Una respuesta a “Austin, la Ciudad Rara (guía turística de la vida alegre)

  1. Muy buenas tardes, para mi es un gran placer escribir a una ciudad que siempre he admirado como es la ciudad de Austin, lo conoci gracias a un grupo de medicos que vinieron aqui a lima peru a realizar un intercambio de ayuda y al frente de la delegacion estava el Dr. John Dotypor toda esta razon mi agradecimiento y gratitud para la ciudad de Austin que Dios los ilumine a esta bella ciudad.

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